El sucesor - cuento fantástico - primeras 6 páginas -.
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odo comenzó en un suburbio
de Córdoba Capital con una joven adolescente de quince años llamada Soledad.
Una noche, Soledad se encontraba con sus
padres y su hermano mayor cenando en su hogar como de costumbre, hablando de
las cosas que habían hecho en el día, opinando sobre política, programando las
vacaciones de verano que se avecinaban, en fin, compartiendo saberes. Todo
parecía normal, hasta que la madre de
Soledad tocó la mano de su padre Raúl. Ese fue el momento donde todo cambió. El
silencio invadió la habitación, solo se escuchaba el rechinido de las ventanas,
el sonido de las plantas y una pequeña campana que colgaba en la entrada, todo
a causa del viento. Los cuatro tragaron la comida que tenían en sus bocas y se
miraron unos a otros por más de dos
minutos. Nadie se animaba a preguntar qué pasaba, la situación era muy extraña.
De improviso, la mano de Cristina, la madre de Soledad, se dirigió hacia su
bolsillo. De allí, sacó un boletín de calificaciones con el nombre de Soledad
Aguirre.
- ¿Qué es eso ma? – preguntó Soledad.
- Es tu boletín de calificaciones, lo retiré hoy de tu escuela, el
director llamó.
La cara de Soledad se
tornó pálida y sus ojos se abrieron a más no poder, mientras se inundaban de
lágrimas.
- ¿Qué… qué…? ¿Qué dijo? – preguntó tartamudeando Soledad.
- Estás reprobada, debes recursar el año completo. Yo no sé qué te
está pasando, hacemos de todo para que estudies, tu papá trabaja más de doce
horas por día para que puedas estudiar y que el día de mañana no tengas que
lavar pisos o trabajar de albañil como tu padre y yo – decía Cristina, mientras
se secaba las lágrimas con una servilleta.
Soledad rompió en
llantos y exclamó con mucho odio e ira:
- ¡ODIO LA ESCUELA! NI SIQUIERA SÉ PARA QUE EXISTE, ¡LA ODIO! ¡Y
USTEDES DOS NO SÉ PARA QUÉ ME MANDAN AHÍ! Seguro que es como castigo por haberme tenido, por haber nacido ¿no?
¡Los odio! A AMBOS, SON LOS PEORES PADRES EN TODO EL MUNDO, OJALÁ NO HUBIERAN
NACIDO, OJALÁ SE MUERAN. ¡SÍ, ESO ES! OJALÁ PAPÁ QUE TE CAIGAS DE UN NOVENO
PISO Y TE MATES, ASÍ POR LO MENOS DEJARÍAS DE MOLESTARME Y VOS MAMÁ ¡OJALÁ QUE
ALGÚN DÍA TE RESBALES Y TE DES LA CABEZA CONTRA EL PISO! Por lo menos así me
dejarían en paz.
El hermano mayor alejó su mirada de ella,
era tanto su odio, que hasta su propio hermano le temía. Sus padres colapsaron,
ellos hacían todo por sus hijos:
- Hacemos todo por ustedes, no nos merecemos que nos trates así –
dijo su padre Raúl, evitando que sus lágrimas se derramaran.
- No sé qué te pasa hija, estás tan diferente, no eras así. ¿Desde
cuándo te teñís el pelo de negro? Te quedaba tan lindo tu rubio natural… ¿Desde
cuándo te pintas los labios negros y te vestís de esa forma oscura? ¿Desde
cuándo? – preguntó su madre –
- ¡AH! ¡DÉJENME EN PAZ! – gritó Soledad, corriendo hacia la
salida.
Ella no sabía adónde dirigirse, pero lo
que sí sabía era que quería evitar a sus padres. Tomó un callejón para
dirigirse al centro de la ciudad. Estaba oscuro, solamente iluminado por la luz
de la luna. El viento movía las hojas del piso y provocaba sonidos tenebrosos,
las sombras atravesaban el lugar y unos cuantos vagabundos le lanzaban piropos.
Soledad no era una chica fuerte, solo demostraba serlo, corrió y corrió para
salir lo más rápido posible del lugar. Un poco antes de la salida un hombre
calvo, como cualquier otro, se paró al frente de ella y le dijo que frenara o
si no, simplemente moriría.
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